En seguridad, como en todos los problemas sociales, el Estado no se la puede solo. El desafío de la seguridad es un desafío que nos compete a todos como sociedad, si bien el Estado tiene el uso legítimo de la fuerza y desde ahí debe plantear una estrategia, como sociedad tenemos el deber de ofrecer otros proyectos de vida a los jóvenes que hoy optan por la narcocultura. Tenemos que salir a ofrecer desde el deporte, las empresas, las fundaciones, las escuelas, las iglesias, el arte y la cultura alternativas de realización a los jóvenes. Podemos edificar las mejores cárceles y llenar de carabineros las calles, pero si no somos capaces de ofrecer un proyecto de pertenencia y desarrollo a nuestros jóvenes, seguiremos perdiendo esta batalla.